Hacía tiempo que no escuchaba el
discurso de un sindicalista y los de cuatro de hoy me han impresionado. He sido
testigo del fin de fiesta en Madrid de la Huelga General en este 14-N,
respetando la nomenclatura de moda, escuchando a los que en el escenario de la
plaza de Colón decían tener algo que decir. Y mi sensación fue que no dijeron
nada.
Hablar, hablaron. De sus bocas
salían palabras y de los micros, sonidos, pero en esencia fue como comerse un
pastel al que alguien olvidó añadir azúcar. Asistí esperando oír algo
motivador, pero no hubo sorpresa, explosión de sabor, deleite para el paladar,
regusto a delicatesen,…Tan sólo hubo más de lo mismo y lo trágico de la
situación es que, más de lo mismo, hoy ya no sirve. La situación que vivimos es
tan extraña e insólita que se echan de menos discursos innovadores, propuestas
y métodos que vayan más allá de lo ya conocido en la era sindical. Por contra,
tuve la sensación de toparme con un grupo de verduleros de mercadillo que leían
mecánicamente discursos fáciles, oxidados y manidos. Discursos que bien podrían
ser los de hace cinco, diez o quince años, atemporales, como el sermón del
párroco de iglesia o el discurso de Navidad del Rey. Las mismas caras, los
mismos gestos. En definitiva, más de lo mismo. Creo que los tiempos que vivimos
nos obligan a reinventarnos, a aplicar el I+D+I que tan bien funciona en los
procesos industriales para avanzar un poco más, para salirse de esta cultura
rancia sindical que nos está tocando padecer. Depurar sus filas y realizar un
lavado de cara a esta valiosa herramienta de los no empresarios de España, por
el bien de todos. Hace falta renovarse innovando, y pongo un ejemplo: evitar
que el vago de turno se convierta en el próximo enlace sindical apostando por figuras
rotativas, al estilo presidente de la comunidad de vecinos o delegado de la
clase, de tal manera que la representación de los trabajadores fuera una tarea
de todos.
Sea la mía válida o no, lo
importante es que las ideas innovadoras llevan a quien las esgrime a la cabeza
de la evolución y si no se evoluciona, se corre el peligro de quedarse obsoleto
como le está ocurriendo al abanico de grupos sindicales que se mueve sin tener
en cuenta la dirección en la que hoy, 14-N, sopla el viento.