viernes, 17 de febrero de 2012

Al mal tiempo, buena cara

Se me pasa por la mente una de esas frases sin pies ni cabeza: Al mal tiempo, buena cara. ¿Quién me puede explicar esto? Dicen que buena parte de la sabiduría popular se resume en nuestro refranero español, pero creo que dicho refranero debería revisarse de cuando en cuando para no caer en la inercia de aceptar sin más todo lo que oímos.

Si yo le dijera, con la mejor de mis intenciones, a cualquiera de las personas que hace cola a las seis de la mañana en las oficinas del INEM: “Oiga, al mal tiempo buena cara”, sin duda me partiría la mía. Y no creo que sea un problema de cultura o de contexto, sufrimos muy malos tiempos, sencillamente todo apunta al sinsentido de la frase. Afronte con buen ánimo las adversidades de la vida, viene a decir educadamente. Y yo me pregunto, ¿por qué? Tener optimismo es algo positivo, sin duda, pero no obligatorio. No se puede pretender que todo el mundo acepte las cosas de la misma manera. Como sugerencia podría entenderse, pero si la sugerencia pasa a formar parte de una colección histórica de frases con sentido educativo, a modo de mandamientos, entonces su significado se transforma en: Acepte sin protestar los reveses de la vida. Y esto molesta.
Resignación. Ignorancia y sumisión. Eso suena a vieja escuela católica, poner la otra mejilla. No se puede predicar la resignación y menos en los tiempos que corren. No estamos en un buen momento para utilizar este refrán, debemos ser prudentes y no recitarlo a menos que tengamos en cuenta su ambigüedad y gocemos de cierto sentido de la ironía. Entonces podríamos dirigirnos a personajes como Urdangarín y dedicarles, dentro de su contexto, un bien empleado: “Al mal tiempo, buena cara”.

lunes, 6 de febrero de 2012

No traje traje

Qué buena cara tiene España, hay que reconocerlo, brilla, resplandece, goza de buen color y de buena salud. Se aprecia en los medios.  No hay día que no encontremos una noticia reflejándolo. Vaya cara bonita, vaya lindísima caradura la de nuestros paisanos que no necesita ni un solo retoque de botox para lucir más bella.

Y como todo lo que tiene que ver con el aspecto de las cosas, despierta admiración y cierta envidia. Nos preguntamos continuamente cuál es el secreto de su éxito, ¿cómo lo harán? . El calvo consiguiendo trajes gratis, el rubio haciendo que trabaja pero cobrando como si se dejara los riñones y el club de la correa creando su magnífico fondo billonario de pensiones a corto plazo. Esto que nosotros sepamos, porque si supiéramos con más exactitud las características de sus logros, nos retorceríamos aún más por la envidia. Éxito rotundo, sin tacha y por si hubiera dudas, analizado punto por punto en los tribunales para garantizarlo, por si alguno osara desconfiar de su legitimidad.
Tanta publicidad y respaldo reciben que siento que el Gobierno quiere enseñar a los cinco millones de parados, a los que falta por sumar un millón de desempleados recibiendo formación para el empleo, cuál es el perfil de un triunfador respetable para que tomemos ejemplo. El problema es que entre las extensas ramas del frondosísimo árbol académico que nos hace sombra es muy complicado encontrar el Máster Excelentísimamente Homologado que se han hecho estos señores y así ponernos a su altura. Descartamos, eso sí, la rama de Derecho porque sólo ver cómo le han puesto las orejas de burro a Garzón queda claro que por ahí no es, pero deberían ser más concretos porque a golpe de indirectas no lo vamos a conseguir y el bienintencionado de Rajoy no logrará sacarnos del bache.


Extracto del juicio a Francisco Camps:

Juez: “¿Usted no nada nada?”  
Camps: “No traje traje”