miércoles, 14 de noviembre de 2012

Los verduleros de Colón


Hacía tiempo que no escuchaba el discurso de un sindicalista y los de cuatro de hoy me han impresionado. He sido testigo del fin de fiesta en Madrid de la Huelga General en este 14-N, respetando la nomenclatura de moda, escuchando a los que en el escenario de la plaza de Colón decían tener algo que decir. Y mi sensación fue que no dijeron nada.
Hablar, hablaron. De sus bocas salían palabras y de los micros, sonidos, pero en esencia fue como comerse un pastel al que alguien olvidó añadir azúcar. Asistí esperando oír algo motivador, pero no hubo sorpresa, explosión de sabor, deleite para el paladar, regusto a delicatesen,…Tan sólo hubo más de lo mismo y lo trágico de la situación es que, más de lo mismo, hoy ya no sirve. La situación que vivimos es tan extraña e insólita que se echan de menos discursos innovadores, propuestas y métodos que vayan más allá de lo ya conocido en la era sindical. Por contra, tuve la sensación de toparme con un grupo de verduleros de mercadillo que leían mecánicamente discursos fáciles, oxidados y manidos. Discursos que bien podrían ser los de hace cinco, diez o quince años, atemporales, como el sermón del párroco de iglesia o el discurso de Navidad del Rey. Las mismas caras, los mismos gestos. En definitiva, más de lo mismo. Creo que los tiempos que vivimos nos obligan a reinventarnos, a aplicar el I+D+I que tan bien funciona en los procesos industriales para avanzar un poco más, para salirse de esta cultura rancia sindical que nos está tocando padecer. Depurar sus filas y realizar un lavado de cara a esta valiosa herramienta de los no empresarios de España, por el bien de todos. Hace falta renovarse innovando, y pongo un ejemplo: evitar que el vago de turno se convierta en el próximo enlace sindical apostando por figuras rotativas, al estilo presidente de la comunidad de vecinos o delegado de la clase, de tal manera que la representación de los trabajadores fuera una tarea de todos.
Sea la mía válida o no, lo importante es que las ideas innovadoras llevan a quien las esgrime a la cabeza de la evolución y si no se evoluciona, se corre el peligro de quedarse obsoleto como le está ocurriendo al abanico de grupos sindicales que se mueve sin tener en cuenta la dirección en la que hoy, 14-N, sopla el viento.

martes, 23 de octubre de 2012

Cuando no hay consuelo


No es posible consolar cuando no hay consuelo, y sin embargo lo intentamos. Yo lo he intentado a las ocho de esta tarde, sabiendo de antemano cuán inútil resulta y quedándome con el sabor vacío de pronunciar palabras que no ayudan.
Palabras huecas que resuenan en las paredes de cualquier tanatorio. Un lugar, como los hospitales, al que llevo de muy mala manera tener que acudir. La tristeza que ambos transmiten se me mete como el frío de la niebla en en el cuerpo y cuesta hacerla salir, pero lo que peor llevo es la impotencia que me causa estar por estar. Y digo estar por estar porque la presencia de las personas rara vez ayuda en cualquiera de estos dos lugares, no resuelve el problema. Acudimos, permanecemos, nos despedimos, pero la enfermedad y el dolor se quedan.
Mis compañeras de trabajo han perdido a una madre, todavía joven, tras duros meses de luchar contra la leucemia. De mi boca no ha salido un “te acompaño en sentimiento”, os lo garantizo, sino “Menuda gran putada. Que no nos toque a nadie lo que estáis pasando vosotras”. Y es que, humano como es, no dejaba de pensar en que todos los allí presentes suspirábamos en realidad con cierto alivio porque en el sorteo de la muerte nuestros números y los de aquellos a quienes más queremos seguían sin salir. La vida continuaba ahorrándonos ese duro trago, esa gran putada para la que no hay consuelo posible y que lo único que quizá alivie a quien la  padece sea reconocer humanamente lo que es.
Ya de camino al coche, sacando conclusiones como de costumbre, volví a reafirmarme en mis principios, macerados tras varias experiencias similares. Que la vida es para exprimirla cada día, desde el instante en el que nuestros ojos despiertan, ya es vida. Que hay que disfrutar el instante, porque del presente somos dueños y el futuro no nos lo garantiza nadie. Y que las cosas importantes no se deben hacer esperar si es posible hacerlas en el momento que vivimos. Lo siguiente que hice fue conectar el manos-libres y llamar a mi madre.

domingo, 7 de octubre de 2012

A Chávez le faltan cajas

Hugo Chávez no quiere irse, está nervioso e indignado. Hugo ha hecho de Miraflores su hogar y habría que ser de piedra para no entender el dolor que le produce pensar en una posible mudanza, con lo tediosas que resultan. Yo, que sufrido cuatro, no se las deseo ni al peor de mis enemigos.
 
Las mudanzas son un trastorno, un ir y venir de objetos tanto útiles como inútiles que hay que trasladar de manera organizada de un punto de origen a un punto de destino, y para los cuales nunca hay suficientes cajas. Es un momento muy incómodo en el que todo lo que se utiliza cotidianamente debe ser embalado y por un periodo de tiempo, más o menos largo, se nos restringe su uso. Pero aunque se deja para el último momento lo más necesario y fundamental, siempre te enfrentas a la frustración de haber empaquetado erróneamente el cepillo de dientes, las gafas de cerca o el secador de pelo. Y cuando por fin todo llega a su destino, pese a todos tus esfuerzos por mimar los bultos, siempre se rompe algo de gran valor sentimental o te vacías de sentimientos cuando descubres que eres incapaz de identificar en cuál de las trescientas cajas guardaste la copia de la llave del coche. Ya aparecerá con el tiempo…
Compadezco a Hugo por la situación a la que se enfrenta. Debe estar realmente angustiado con esto de organizar una mudanza para haber amenazado con provocar una guerra civil con tal de evitarla. Quizá a Henrique Capriles no le importe que Hugo conserve allí su domicilio y prefiera trasladarse a una residencia más moderna, acorde a su generación, donde despachar los asuntos del Estado. Que se apiade del pobre Hugo al que no le va a dar tiempo a recolectar por los contenedores de papel cajas de cartón suficientes para guardar doce años de estancia, se lo digo por experiencia.

http://noticias.univision.com/america-latina/venezuela/elecciones-venezuela/ultimas-noticias/article/2012-09-11/hugo-chavez-guerra-civil-elecciones-presidenciales-venezuela#axzz28cnPTbuJ

lunes, 24 de septiembre de 2012

Energúmenos

Interiormente agitado es la diplomática manera que tenían los griegos de llamar a aquellas personas idas, locas de atar, perturbadas, arrebatadas o furiosas a las que yo prefiero llamar energúmenos, por no decir poseídos del demonio, que serviría correctamente como acepción pero que su uso en el desarrollo de este post se me antoja más largo de escribir.
 
De estos seres encontramos muchos a diario. Tenemos energúmenos que deciden pasearse por la autovía en sentido contrario, energúmenos que destrozan mobiliario urbano a la salida de un partido, los hay que apuñalan a sus parejas y también hay energúmenos que queman a sus hijos en la finca familiar. Reconozco que definir a estos seres como personas interiormente agitadas se me antoja tan ridículo como lo sería calificar a un terrorista de persona políticamente agitada. Los griegos se quedaron cortos y por eso me quedo del lado de Santo Tomás de Aquino que los diagnosticaba como endemoniados o poseídos del demonio y les recetaba convenientes exorcismos.
 
Energúmenos como éstos ya sabemos que abundan, pero el que me preocupa especialmente es el que le ha roto cinco de sus dientes y una muñeca, con la hebilla de un cinturón, la pasada madrugada a un joven miembro de mi familia cuando regresaba a su casa, y que de no ser por la pareja de municipales que consiguió quitárselo de encima, quizá el post no hubiera hablado de perturbados sino de asesinos. Sólo deseo que los exorcismos contemporáneos que nuestra Justicia practica para este tipo de seres sean más eficaces a la hora de barrer demonios de nuestras calles.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Si yo tuviera un iMando

Hay momentos en los que mi cuerpo me pide reescribir mi historia. Como si de una película de ciencia ficción se tratase, desearía con todas mis fuerzas disponer de un super-mega-atómico-cuántico-teletransportador iMando a distancia que rebobinara unos cuantos frames en mi vida y que me colocara en el momento exacto en que tuve que tomar ciertas decisiones. Conozco de sobra las teorías sobre las consecuencias de ese tipo de acciones, varias veces habré visto “El efecto mariposa” o “Los cronocrímenes”, pero sin duda volvería a anticiparme a ciertos puntos de inflexión en los que le tapé la boca a la voz de mi conciencia y dejé sin sentido a mi sentido común.
 
Errar es de humanos y de los errores se aprende. Somos la experiencia que acumulamos y ésta engloba tanto los aciertos como los fallos derivados de nuestras elecciones. Arrepentirse de las decisiones tomadas es generalmente un acto muy fácil y en ocasiones cobarde, pero no es éste mi caso. Mi sentido del arrepentimiento lo genera el haber desoído a mi sentido común dejándome llevar por ciertos pálpitos que lejos de proporcionarme lucidez me llevaron a un estado de euforia, al estilo jugador de Las Vegas, que dejó casi en manos del azar el curso de los acontecimientos.
Tengo mucha fe en esto que llamamos sentido común, lo aprecio como al mejor de mis amigos y lo estimo como consejero. Bien es cierto que si decido subirme en una bicicleta, mi sentido común no evitará con total seguridad que un frenazo a la desesperada me lance de cabeza, pero de tener que ocurrir, quizá me hubiese animado a llevar un casco en ella minimizando así las consecuencias. “Ridiculousness” o “1000 maneras de morir” son programas plagados de ejemplos gráficos que demuestran perfectamente lo que ocurre cuando no se aplica este principio.
A la hora de tomar decisiones hay que hacerlo con valentía y aunque ni el mejor de los consejos nos asegura acertar con el camino elegido, respetando nuestros principios y guiándonos por nuestro sentido común sin duda tendremos menos probabilidades de arrepentirnos. Y otra cosa que conviene recordar es que la suerte, no existe.
 

jueves, 12 de julio de 2012

Mariano, ese diestro

Ayer fue un día fatídico para todos aquellos a los que cien euros menos a final de mes suponen un gran sacrificio. El Gobierno hizo público un nuevo plan de medidas mutiladoras de la economía doméstica, que parece ser la única fuente de recaudación en este país. Las piernas nos temblaban a medida que Rajoy avanzaba en la lectura de sus documentos y el Salón de Sesiones del Congreso adquiría nuevos matices hermanándose con Pamplona en la celebración de San Fermín.

En un momento serio, doloroso y delicado para las familias y los empresarios, la sala noble del Congreso se convirtió para el grupo mayoritario en la Monumental de Las Ventas, rindiendo expectación a un Mariano torero que, ejecutando sus mejores recortes, levantaba ovaciones entre los suyos. Mutilación tras mutilación sobre la piel de toro de España, la euforia en el graderío crecía entre vítores, aplausos y jaleos, destacando entre ellos un “¡¡A trabajar!!” dedicado al público en paro, funcionariado y liberados sindicales. Al terminar la faena, el diestro recibió a una plaza entregada que puesta en pie, se deshacía en aplausos premiando su histórica actuación. Tan sólo unos pocos permanecían sentados asistiendo estupefactos a la ceremonia de alternativa que el Presidente y los suyos habían decidido celebrar sin previo aviso, haciendo de lo serio y trascendental un espectáculo para el agrado de Bruselas una vez más.
 
Pero lejos de ser el diestro quien abandonara el Hemiciclo por la puerta grande, fue su cuadrilla al completo la que, sin esperar a que concluyera tan decisiva jornada, abandonó el coso en dirección a la cafetería dejando allí plantados al resto de grupos parlamentarios, a sus representantes con la palabra en la boca y a los ciudadanos como yo con la sensación de que quienes más ejemplo deben dar en esta desastrosa situación, practican la prepotencia y el absentismo laboral de manera pública y con total impunidad.

Así lo ilustra Patlos calvitos.com

domingo, 1 de julio de 2012

Extinguiendo la clase media

Ver un informativo en los tiempos que corren supone practicar un deporte de riesgo. Es para echarle valor, un corazón poco preparado podría paralizarse en segundos tan sólo escuchando el resumen inicial de cualquiera de ellos. Sobresalto, tras sobresalto. Lo que es una mala noticia hoy, no resulta tan negativa comparada con la que se anuncia al día siguiente, dos veces más trágica. Hay quien ya ha sustituido los lacrimógenos dramas románticos de Hollywood por los informativos de las nueve cuando añora llorar a moco tendido buscando liberar tensiones. Pero, por muy duro que sea, hay que arremangarse la camisa, sentarse frente al televisor y tomar el pulso de la actualidad con coraje e inteligencia. Tenemos que conocer a qué nos enfrentamos, aunque duela, pero además saber leer entre líneas lo que a medias tintas nos cuentan.
Rescates que no se llaman rescates, subidas de impuestos que no subían, deudas territoriales que no lo eran, créditos que empobrecen, amnistía para el que evade sus obligaciones con Hacienda. Resulta complicado entender la situación en la que estamos tal y como se explican aquellos que nos representan. Nos obligan a recordar aquellas lecciones de literatura, en los años del bachillerato, donde se nos enseñaba lo que eran los eufemismos, las hipérboles, las metáforas y los símiles o comparaciones, ya que si de algo puede presumir nuestra clase política es del excelente uso de los recursos estilísticos en sus comparecencias a fin de demostrar la riqueza y polivalencia del castellano, y con un donde dije digo, digo Diego, dejarnos a todos con la boca abierta.  
Yo, que siempre intento estar al día, he echado mano de mis apuntes y me he puesto manos a la obra para descifrar esta Piedra de Rosetta que el Gobierno nos está tallando. Aunque la conclusión de mis observaciones no es nada alentadora. Tras un minucioso estudio, todo apunta a la existencia de un entramado de medidas diseñadas para acabar con la clase media. Una clase media que, a pesar de su tierna edad, ya escalaba posiciones sociales a costa del esfuerzo económico, los logros personales y la excelencia académica de muchos de sus miembros. Sin embargo, lo que parecían pequeñas fisuras en la pirámide se están convirtiendo en profundas grietas a golpe de decreto y bajo el temporal desatado, el campo base no deja de poblarse ante la imposibilidad de resistir y no digamos continuar ascendiendo. Los motivos que han impulsado esta estrategia no están suficientemente claros, pero si la salud de un país se evalúa en función de la salud de su clase media, el nuestro hace tiempo que se dirige en camilla hacia la Unidad de Cuidados Intensivos.

lunes, 18 de junio de 2012

Alergias de verano


Hay tres cosas que con la llegada del verano me producen alergia: las picaduras de mosquito, el melón y las camisetas de tirantes. Hablo de esas camisetas de algodón que los hombres, a cierta edad, comienzan a llevar debajo de sus camisas y sin relación alguna con la estación en curso.

 Aunque su función no la tengo clara, en invierno abrigar más el torso del sujeto y en verano yo diría que lo mismo, lo cierto es que la camiseta interior de tirantes le llega al hombre de la misma manera que le llegan las canas y la tripita, sin quererlo y sin darse cuenta. Y no hay vuelta atrás, cuando esta prenda perenne se cuela en el armario de un hombre jamás vuelve a salir de él. Se instala, arraiga y florece en tonos blanco, azul o marrón pálido, pues no se conocen por el momento otras variedades, y al tiempo se le unen, de manera inexplicable, el sombrero de paja, la gorra de propaganda, las zapatillas de rejilla y el llavero balanceándose en el borde de los bolsillos.

Un erudito de la moda de caballero, caballero fino y elegante como los de antes, afirmaba hace unos días aborrecer la camisa de manga corta, desconocer quién fue su inventor y aconsejaba firme y enojadamente desterrarla de los armarios. Inquisidor más bien, a mi modo de ver las cosas, que anteponía anticuadas reglas de protocolo escritas a la necesidad lógica de aligerar las prendas con la llegada del calor para comodidad de quien las lleva. No tengo la más mínima intención de sugerir lo mismo con respecto a esta camiseta, pero sí aconsejaría a quien la lleve en verano que la camisa que la cubra, por favor, no transparente.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Obsolescencia programada, y quizá consentida

Estreno móvil nuevo, a mis ojos así parece. Para cualquier otro, mi móvil sería viejo contando tan sólo con tres años de vida. Es un Nokia que siempre ha funcionado bien y cuyos únicos desperfectos, varias grietas en la carcasa producto de torpes caídas, han sido solucionados fácilmente comprando una nueva. Tengo un móvil nuevo por sólo ocho euros pero esta solución, aparentemente práctica y sensata, ha sufrido y todavía sufre permanentes críticas.

Mucha gente me recomendaba conseguir otro a base de llamadas de ida y vuelta entre compañías telefónicas para negociar, renegociar e incluso amenazar al operador de turno. Este es mi tercer teléfono desde que en el año 2000 mis padres pusieron uno en mis manos. Puedo recordar que de los tres, es el primero con pantalla a color y sonidos polifónicos, y todos me han servido perfectamente durante estos doce años. Es cierto que los teléfonos que me recomiendan mis allegados son de ultimísima generación, pero los encuentro demasiado grandes, la duración de su batería insuficiente y los avisos wassup, verdaderamente molestos.  La realidad es que no necesito uno nuevo mientras el actual no me mande a paseo. Lo ocurrido con mi teléfono podría resultar un suceso aislado, otra cabezonada mía que narrar pero recientemente he tenido el placer, grandísimo placer, de ver el documental “Obsolescencia programada” y mi experiencia se ha convertido en un ejemplo más de este concepto.

Influenciados por las filosofías que impulsan el crecimiento de las economías y por las técnicas de marketing, tratamos continuamente de adquirir algo un poco más nuevo, un poco mejor y un poco antes de necesitarlo, alimentando así un sistema económico mundial que busca crecer por crecer indefinidamente. Un sistema que fabrica para que las cosas sean reemplazadas constantemente o incluso desechables, un sistema que pone fecha de caducidad intencionadamente sobre nuestros productos buscando que su obsolescencia nos obligue a adquirir otros nuevos. Bombillas que se funden antes de lo esperado, impresoras averiadas en pocos años, baterías de dispositivos electrónicos irremplazables, teléfonos móviles que fallecen en el primer golpe o que no paran de evolucionar año a año, son sólo algunos de los síntomas de la Obsolescencia Programada, una estrategia de consumo motor de un sistema que nos hace creer que adquirir productos nos proporciona felicidad, pero si esto fuera cierto ya deberíamos ser absolutamente felices.

Documental:

viernes, 18 de mayo de 2012

Dos ojos color miel

Apenas cinco segundos de intensa mirada bastaron para el flechazo. A la hora en la que los monitores por fin duermen y los fluorescentes no parpadean, ambos nos encontramos cara a cara en la fría quietud  de un polígono. Conectamos, nuestros estados de ánimo coincidieron, buscando la cercanía de otro que agradeciera un gesto de afecto. Premisa necesaria para un encuentro, premisa obligada para que mi mano se acercase a su cara y, rozando suavemente su mejilla, terminase recorriendo su espalda. Un arco recorrió mi palma y, al instante, giró sobre sus pasos buscando reiniciar aquella sucesión de gestos. Sus ojos entrecerrados transmitían placer; la columna, tensa, reclamaba más atención y el silencio meloso dejó paso a un entrañable “rum, rum”. Nos comportábamos como amigos aunque momentos antes fuésemos dos completos desconocidos.

En aquel instante pensé en aquellos a quien conocía y que insistían en dejarme claro su fobia hacia los gatos, recalcando sus desaires, sus gestos traicioneros. En definitiva, su carácter. Resulta curioso, un animal repudiado por demostrar tener carácter. Un pequeño mamífero con contada inteligencia que demuestra tener recursos suficientes para dejar claro que tiene algo de personalidad. No me parece algo reprochable sino más bien una cualidad para admirar. Es fácil obtener la atención de un perro, animal que sin duda atrae todos los favores de los contrarios a los gatos, acercarse a él y obtener un lametón en la mano. Fácil, sin duda; meritorio, no tanto. Prefiero que un animal se acerque a mí por el placer sincero de hacerlo, no por su conducta predispuesta, casi autómata y programada. Mi nuevo amigo ha elegido serlo, aún pudiendo seguir cabeceando al sol, y eso le honra. Otros de su clan nos observan desde lejos, dejando claro que no necesitan compañía, invitando a los transeúntes a seguir su camino. No hay dos gatos iguales al igual que ocurre con las personas y eso me hace pensar que somos más parecidos de lo que creemos.
Una de sus orejas gira hacia una cercana pared de ladrillo. Quizá algo se escabulle entre la hiedra y levanta la cabeza, con sus ojos color miel buscando encontrarse con los míos. Parece decir: lo siento, tengo que irme. Y lo comprendo. Como dos buenos amigos que ya se hubieran tomado un par de cañas, es hora de retirarse, no sin antes decirse hasta luego. Me maravilla este comportamiento, que un ser tan independiente tenga el detalle de anticipar su siguiente deseo. No podría calificarlo de traicionero, me digo mientras me alejo, quizá el problema venga de que no se toman la molestia suficiente de entender sus gestos.

lunes, 30 de abril de 2012

El bofetón de Europa

Nos han dado fuerte y todavía nos duele. Amarga medicina, de las pocas capaces de hacernos despertar del sueño de querer ser lo que no somos, de querer vivir como no podemos permitirnos, de querer aspirar a una categoría que no nos merecemos. El proyecto europeo quería convertir en micro-potencias económicas a todos los países vecinos, pero una cosa es querer y otra poder. Nos vendieron una nueva moneda como pasaporte infalible hacia los estratos superiores de la economía mundial, la zona VIP del primer mundo, y nos lo creímos. Pero, ¿quién diría ahora que en España dio resultado? No soy una experta en materias económicas, pero como consumidora de esa moneda me siento estafada y considero que la publicidad engañosa liderada por Centroeuropa nos ha metido en un buen lío.

Quizá las directrices pensadas para este proyecto tenían bases sólidas y fundamentadas, pero nadie pareció tener en cuenta que no todos éramos Alemania. España, el país de la mano de obra barata para las multinacionales francesas y germanas, con una economía basada en el carbón, los productos de alimentación, los textiles y el turismo, no era un aspirante preparado para sumarse a los grandes. Un país cuyo principal escollo no era su estructura económica sino su mentalidad. El país donde somos lo que tenemos y no lo que pensamos, el país del “Ande yo caliente, ríase la gente”, el país donde el 90% de la población sueña con un puesto de funcionario y acumular más “moscosos” en el calendario laboral que el vecino, no era un país preparado para el cambio. Gestionar con la excelencia requerida los procesos que habrían de llevarnos junto a la élite era una tarea que exigía unas cualidades tales como inteligencia, esfuerzo, amplitud de miras, eficiencia y constancia que nuestra clase política, bebiendo de la misma mentalidad, nunca ha sabido demostrar. Una clase política vendida a los pactos con determinadas minorías y autonomías, vendida al trabajo fácil, vendida al gasto que proporcione votos, vendida a los intereses de los bancos, vendida al beneficio personal de ocupar un cargo y no al bienestar de un país. Una clase política que decidió cursar la carrera europea para después no asistir a clase y que ahora nos hace responsables de su amplia cosecha de suspensos.
Europa se nos atraganta cada vez más y la situación actual me lleva a pensar que sólo nos ha servido a los españoles para familiarizarnos con la palabra subvención y para viajar allí donde la peseta no nos dejaba llegar. Confío en que terminemos aprendiendo de las lecciones que da la vida, la de ahora “El éxito sólo está al alcance de unos pocos y, con contadas excepciones, para quien lo trabaja”, y que antes de volver a lanzarnos a la captura de un sueño pensemos seriamente si tenemos la mentalidad apropiada para acometerlo y aptitudes para conseguirlo.

lunes, 16 de abril de 2012

Guinea no entiende al Pocero

El constructor Francisco Hernando Contreras, popularmente conocido como “El Pocero”, vive una vida de cuento y no es una frase hecha. Salido de la nada, sin estudios ni formación, protagonizó primero “Jack y las judías mágicas” al comienzo de los años dorados del ladrillo en España. Poco después encarnaría al mismísimo “Rey Midas” en plena dilatación de la burbuja inmobiliaria. Por último, y curiosamente, se vestiría de joven aldeana para producir y  protagonizar no una, sino dos versiones distintas del cuento de la lechera. Una versión española, ambientada en  Seseña, en la provincia de Toledo, durante los últimos coletazos del sueño inmobiliario; y la otra africana, en Guinea Ecuatorial, persiguiendo, ávido de fama, el reconocimiento de su talento a nivel internacional.

Talento que los críticos guineanos no han sabido reconocer y es que, pese a cuatro largos años de rodaje, el trabajo realizado por el ilusionado Francisco, Paco “El Pocero”, no ha calado hondo en sus corazones. Tachado de “poco serio”, su proyecto sobrepasaba los límites de audiencia y el entendimiento de las autoridades que no han tenido pelos en la lengua a la hora de definir como “fantasma” el largometraje.
El equipo y el propio Paco, todavía se preguntan cómo pueden ser tan decisivos los aspectos culturales a la hora de promocionar un proyecto de este tipo y es que, mientras que en España  se les tendió una alfombra roja bajo sus pies, en Guinea Ecuatorial les han hecho morder el polvo. Esto último ha provocado que circulen serias críticas acerca del poco criterio que existe en nuestro país a la hora de conceder sin más el visto bueno a este tipo de proyectos, inviables desde un punto de vista práctico y funcional, y que muchos hayan empezado a asumir que Guinea Ecuatorial nos ha dado una lección a los españoles. Mientras tanto, no se puede  asegurar con certeza que Paco planee apearse del burro, ya que quienes le han visto todavía sobre él, apuntan a una posible secuela del Quijote llamada “El no menos ingenioso escudero Sancho Panza”, cuya trama giraría en torno al sueño de la sobreurbanización de la Ínsula de Barataria.  

Más detalles en:

domingo, 25 de marzo de 2012

Jazz en el desván

Tarde de concierto. Al abrigo de cuatro paredes decoradas con la cartelería de Alfons Mucha y el murmullo desenfadado de quienes ya han encontrado una silla o taburete donde reposar, Consuelo, la entrañable rueda que mueve el engranaje que da vida a El Desván, nos arranca de la barra para ofrecernos una mesa cerca de los artistas. Es la tarde de “Jazz entre amigos”, y entre amigos hace que uno se sienta.

Codazo por aquí, bolsazo por allá, el abrigo no sé donde se me ha enganchado y llegamos al sitio que Consuelo nos señala y en efecto, existe una mesa, pero el problema es que no sólo está cerca, sino que además le sirve al saxofonista para dejar su clarinete a la espera de hacerle entrar en escena, con lo que me encuentro ante mi primerísima real experiencia de Jazz en vivo, por ser demasiado vivo quizá. La música suena literalmente ante mis propias narices y la excesiva cercanía me proporciona puntos de vista inesperados que en vez de entretener mi oído, obsesionan a mi cabeza. Para mi asombro, noto con profunda ansiedad como la cabeza del joven saxofonista se hincha hasta el cuello tomando un intenso color rojo asfixia al tiempo que varias gotas de sudor se desprenden de su frente haciendo que la elegancia del momento quede rota en ese instante. Sus dedos trabajan nerviosos de un lado a otro, apretando extrañas protuberancias metálicas a tan sólo cincuenta centímetros de mí y termino por centrarme en su instrumento. El de metal, claro.

Curioso diseño el del saxofón. Su acompañante, el contrabajo, se me antoja el abuelo férreo del violín, sangre de su sangre, como el principio y final de una sucesión de matrioskas, pero el parentesco de este otro me resulta difícil de imaginar. ¿Un clarinete retorcido? ¿Cómo se llega a esto? Alguien encuentra una vieja tubería doblada, un inquieto hojalatero de barrio tal vez, y deduce que con unas clavijas por aquí, unos agujeritos por allá, una boquilla y varias pequeñas tapas móviles, hogerhandens klaffar, todo ello terminado en un bonito tono dorado, se consigue un vanguardista instrumento musical. Eso es creatividad, amigos, imaginar algo así de enrevesado, revirado e intrincado, y conseguir de sus metálicas entrañas sonidos agradables al oído resulta admirable. Qué logro el saxofón, aunque si hablásemos de la trompa tendríamos que quitarnos el sombrero, las orquillas y hasta la peluca quien la lleve.

Querido Adoplh Sax, ahora conozco tu historia pero tu obra me sigue pareciendo más genuina en manos de un hojalatero de barrio.

domingo, 4 de marzo de 2012

Lágrimas en Maqueda

Sentada sobre una vieja chaqueta y con la espalda apoyada contra una pared, quince minutos antes nos había preguntado educadamente la hora. Quince fueron tan solo los minutos que había durado en mi cabeza su imagen de apacible y despreocupada lugareña disfrutando una tarde de sol. Al volver sobre nuestros pasos, y tras la segunda pregunta: “¿De dónde son ustedes?”, la soledad que la invadía encontró una inesperada vía de escape que no dudó en aprovechar. Cuánto tiempo llevarían rebotando sus palabras sobre sordos oídos para que un par de frases de inocente conversación, con unos completos desconocidos, la llevaran a desahogarse de tal manera.
Inocentes también nosotros por creer que una mujer de setenta años descansando al sol en las calles de su pueblo representa una imagen bucólica de inocente y envidiable felicidad. Nosotros los de ciudad, que nos hacemos dueños de los grandes problemas de la sociedad en que vivimos, nos olvidamos muchas veces de esa frase que dice “la procesión va por dentro”, y es que aquella mujer, con sus desgastadas zapatillas sin cordones, su falda descolorida y su deshilachada chaqueta de lana, era un pozo de amargura. Había pasado la noche sin luz, nos dijo, y ninguno de sus hijos se había acercado para encontrar la causa. A la mañana siguiente, tampoco la habían llamado para preguntar cómo se las había arreglado. Siempre estaba sola y olvidada, siete partos y años de dedicación a los suyos pero tenía que coger “la rápida” si necesitaba desplazarse a Talavera a ver al especialista. “Los que viven cerca están al paro y yo, con mi pequeña pensión, no tengo nada que ofrecerles. Por eso no me vienen a ver. No me traen a mi nieto tampoco. No tengo a nadie que me acompañe al médico”. Las lágrimas rodaban por su cara mientras yo me preguntaba si aún pensaría que los hijos son un regalo. Al mismo tiempo, me venía a la cabeza la reciente denuncia impuesta contra unos padres andaluces por prohibir a su hija adolescente salir de casa durante un fin de semana. A los padres se les presuponen unas obligaciones para con sus hijos, y la mayoría se adquieren por amor y vínculos de sangre para toda la vida, pero ¿qué hay de las obligaciones de los hijos para con sus padres?, ¿están quedando exentos de corresponderles?
Con frecuencia me pregunto si debería ser madre, si me veré con fuerzas para afrontar ese proyecto en unos años. Me inquieta pensar que mis logros profesionales dependan de ello, pero me aterra la perspectiva de concebir a una criatura capaz de sumirme en una mezcla de amargura y decepción como la de esos padres, o la de esa mujer que llora ante mí. Una mujer sumida en la soledad y en la miseria, una madre que muestra síntomas de haber empezado a cavar su propia tumba en el camposanto de la locura. Ese ha sido su regalo, dedicación y sacrificio a cambio de recibir en sus carnes el egoísmo que impera en esta sociedad nuestra. ¿Es eso lo que me espera?
Preocupados por su angustia y el desarrollo de la conversación, y sin apenas argumentos para consolarla, conseguimos arrancarle una sonrisa al decirla que no se preocupara demasiado por arreglarse el pelo para su visita al médico, que estaba guapa de sobra a pesar de los años. Y con un “La que tuvo, retuvo”, la dejamos como una adolescente maravillada ante su primer piropo. Su tristeza perduraría pero al menos esa noche tendría un pensamiento alegre que llevarse a la cama.

viernes, 17 de febrero de 2012

Al mal tiempo, buena cara

Se me pasa por la mente una de esas frases sin pies ni cabeza: Al mal tiempo, buena cara. ¿Quién me puede explicar esto? Dicen que buena parte de la sabiduría popular se resume en nuestro refranero español, pero creo que dicho refranero debería revisarse de cuando en cuando para no caer en la inercia de aceptar sin más todo lo que oímos.

Si yo le dijera, con la mejor de mis intenciones, a cualquiera de las personas que hace cola a las seis de la mañana en las oficinas del INEM: “Oiga, al mal tiempo buena cara”, sin duda me partiría la mía. Y no creo que sea un problema de cultura o de contexto, sufrimos muy malos tiempos, sencillamente todo apunta al sinsentido de la frase. Afronte con buen ánimo las adversidades de la vida, viene a decir educadamente. Y yo me pregunto, ¿por qué? Tener optimismo es algo positivo, sin duda, pero no obligatorio. No se puede pretender que todo el mundo acepte las cosas de la misma manera. Como sugerencia podría entenderse, pero si la sugerencia pasa a formar parte de una colección histórica de frases con sentido educativo, a modo de mandamientos, entonces su significado se transforma en: Acepte sin protestar los reveses de la vida. Y esto molesta.
Resignación. Ignorancia y sumisión. Eso suena a vieja escuela católica, poner la otra mejilla. No se puede predicar la resignación y menos en los tiempos que corren. No estamos en un buen momento para utilizar este refrán, debemos ser prudentes y no recitarlo a menos que tengamos en cuenta su ambigüedad y gocemos de cierto sentido de la ironía. Entonces podríamos dirigirnos a personajes como Urdangarín y dedicarles, dentro de su contexto, un bien empleado: “Al mal tiempo, buena cara”.

lunes, 6 de febrero de 2012

No traje traje

Qué buena cara tiene España, hay que reconocerlo, brilla, resplandece, goza de buen color y de buena salud. Se aprecia en los medios.  No hay día que no encontremos una noticia reflejándolo. Vaya cara bonita, vaya lindísima caradura la de nuestros paisanos que no necesita ni un solo retoque de botox para lucir más bella.

Y como todo lo que tiene que ver con el aspecto de las cosas, despierta admiración y cierta envidia. Nos preguntamos continuamente cuál es el secreto de su éxito, ¿cómo lo harán? . El calvo consiguiendo trajes gratis, el rubio haciendo que trabaja pero cobrando como si se dejara los riñones y el club de la correa creando su magnífico fondo billonario de pensiones a corto plazo. Esto que nosotros sepamos, porque si supiéramos con más exactitud las características de sus logros, nos retorceríamos aún más por la envidia. Éxito rotundo, sin tacha y por si hubiera dudas, analizado punto por punto en los tribunales para garantizarlo, por si alguno osara desconfiar de su legitimidad.
Tanta publicidad y respaldo reciben que siento que el Gobierno quiere enseñar a los cinco millones de parados, a los que falta por sumar un millón de desempleados recibiendo formación para el empleo, cuál es el perfil de un triunfador respetable para que tomemos ejemplo. El problema es que entre las extensas ramas del frondosísimo árbol académico que nos hace sombra es muy complicado encontrar el Máster Excelentísimamente Homologado que se han hecho estos señores y así ponernos a su altura. Descartamos, eso sí, la rama de Derecho porque sólo ver cómo le han puesto las orejas de burro a Garzón queda claro que por ahí no es, pero deberían ser más concretos porque a golpe de indirectas no lo vamos a conseguir y el bienintencionado de Rajoy no logrará sacarnos del bache.


Extracto del juicio a Francisco Camps:

Juez: “¿Usted no nada nada?”  
Camps: “No traje traje”

martes, 24 de enero de 2012

Un mosso latino en CSI Nueva York

La séptima temporada de la serie CSI Nueva York languidece y los guionistas flojean. En su último brainstorming, algún inspirado de flequillo a medio lado y gafas de pasta que decidió darse una vuelta por Barcelona durante sus vacaciones, planteó a los productores hacer referencia en el capítulo 12 a la exótica policía con la que allí se topó. Un toquecillo cultural para salir del pozo seco. Y entre exclamaciones de “Cool!” y “Brilliant!” se pusieron manos a la obra: que la glamurosa policía neoyorquina trabaje codo con codo con la variopinta policía española.

Como intento de originalidad podría alcanzar un notable, pero estos norteamericanos suspenden una vez más en el trabajo de documentación. No supone ningún problema gastarse el presupuesto en diseño de interiores, vestuario y vehículos. América funciona a lo grande y la serie CSI se convierte en un escaparate de lujo, belleza y poder. El espectador nunca perdonará que la policía de Miami no se desplace en los ostentosos Hummer, pero si les colamos tres cubanos que se hagan pasar por españoles ni lo notarán, tiempo y dinero que nos ahorramos. Y ahí nos colocan a un Héctor Vargas haciendo de mosso d’escuadra desplazado para investigar la muerte de su sobrino, a un Miguel Martínez haciendo de víctima y a su novia, Natalia Sánchez, haciendo gala de los mismos rasgos latinos que los anteriores. ¿Cómo no van a señalar Méjico en el mapa cada vez que se les pregunta por España? ¿Qué más da cubanos, mejicanos o españoles?
Yo me imagino al creativo anteriormente descrito intentando rizar el rizo, proponiendo añadir algo de atrezo a la víctima para recalcar sus raíces. Algo como un carnet de socio de algún equipo deportivo, colocado en la cartera que los CSI neoyorquinos examinarán en el escenario del crimen y que se verá en primer plano. Es entonces cuando recuerda en la suya una tarjeta de un restaurante español, que recientemente le han recomendado por su marmitako de atún, y decide llamar para documentarse de primera mano. El resultado es digno de ver en pantalla, el encargado cachondo del restaurante debió decirle: “¿Uno de Barcelona? ¡Del Athletic Club sin duda!”
http://www.vozbcn.com/2011/01/21/53344/mossos-esquadra-llegan-csi/

martes, 17 de enero de 2012

El Doctor Vallejo

Estoy resfriada. Me duelen la cabeza y las cuencas de los ojos, mi nariz sufre goteras y mis huesos pesan más que de costumbre. Tengo el cuerpo destemplado, impaciente por estornudar como protesta ante el más ligero cambio de temperatura a su alrededor. No tengo una infección terminal pero estoy muy molesta, tolero los síntomas pero me sobrepasa que precisamente en un día como hoy, en un momento como éste, tenga que salir forzosamente a la calle bajo una desapacible lluvia acompañada de vendaval.
Mala suerte, Ley de Murphy, o mala follá, que diría un andaluz. Siempre que mi organismo me da la patada lo hace en el peor momento. Decide que sea un día festivo, sin una farmacia en las inmediaciones y con los ambulatorios cerrados, o bien uno de esos en los que la meteorología juega en tu contra y no puedes permanecer en casa. Atrás quedaron aquellos años en los que ponerme enferma significaba disfrutar de una semana de permiso escolar al calor de las mantas, gozar de plena atención en mi casa, zumo de naranja recién exprimido cada tres horas y la visita de alguna compañera de E.G.B., la siguiente que se pondría enferma, que me explicaba los deberes mientras las madres se tomaban un café. Todo se curaba con Ardine y al terminar el proceso gripal medía un centímetro y medio más. Casi todo ventajas porque el único inconveniente era la visita al médico. Aún con cuarenta de fiebre y mareada, había que salir a la calle. Mi madre me forraba de prendas de abrigo cual maleta de aeropuerto, como si temiera que además de coger frío fuera a golpearme, y disfrazada de pelota me llevaba, por una sucesión de calles que a mí se me antojaban interminables, hasta la consulta del Doctor Vallejo. Mi querido Vallejo, un sesentón canoso, bajo y corto de vista, con gafas de cristales amarillentos, sin paciencia para los infantes, que te hundía un palo plano de pino hasta el fondo de la garganta mientras te pedía que dijeras “Aaaaa” cuando a mí solo me salía un “Arggg” mal articulado que más bien era una arcada. Pero me recetaba el Ardine, llevándose con seguridad una buena comisión de algún visitador médico, y eso significaba que ya podía volver de nuevo a mi condición de princesa bajo las mantas.
Ahora sencillamente no voy al médico, porque tras la jubilación del Doctor Vallejo llegó el joven Doctor Morán cuyas visitas resultaban desmoralizadoras. No comulgaba con ningún medicamento y siempre decía: “Dele paracetamol si le sube la fiebre y que tome mucho líquido”. Aquel fue el fin de los sobres de medicina con sabor a naranja y el jarabe para la tos. Desde entonces recuerdo su fórmula y me mantengo a base de infusiones. Tomillo, romero y eucalipto. Descubrí que tanto resfriado como gripe siguen siempre el mismo proceso, poco o nada con que combatirlo, es algo por lo que hay que pasar y punto. Y como hoy toca pasarlo fuera de casa, tendré que abrigarme con sentido común porque espero de corazón no parecer una pelota.