Nos han dado fuerte y todavía nos
duele. Amarga medicina, de las pocas capaces de hacernos despertar del sueño de
querer ser lo que no somos, de querer vivir como no podemos permitirnos, de
querer aspirar a una categoría que no nos merecemos. El proyecto europeo quería
convertir en micro-potencias económicas a todos los países vecinos, pero una
cosa es querer y otra poder. Nos vendieron una nueva moneda como pasaporte infalible
hacia los estratos superiores de la economía mundial, la zona VIP del primer
mundo, y nos lo creímos. Pero, ¿quién diría ahora que en España dio resultado?
No soy una experta en materias económicas, pero como consumidora de esa moneda
me siento estafada y considero que la publicidad engañosa liderada por Centroeuropa
nos ha metido en un buen lío.
Quizá las directrices pensadas
para este proyecto tenían bases sólidas y fundamentadas, pero nadie pareció
tener en cuenta que no todos éramos Alemania. España, el país de la mano de
obra barata para las multinacionales francesas y germanas, con una economía basada
en el carbón, los productos de alimentación, los textiles y el turismo, no era
un aspirante preparado para sumarse a los grandes. Un país cuyo principal
escollo no era su estructura económica sino su mentalidad. El país donde somos
lo que tenemos y no lo que pensamos, el país del “Ande yo caliente, ríase la gente”,
el país donde el 90% de la población sueña con un puesto de funcionario y
acumular más “moscosos” en el calendario laboral que el vecino, no era un país
preparado para el cambio. Gestionar con la excelencia requerida los procesos
que habrían de llevarnos junto a la élite era una tarea que exigía unas
cualidades tales como inteligencia, esfuerzo, amplitud de miras, eficiencia y
constancia que nuestra clase política, bebiendo de la misma mentalidad, nunca
ha sabido demostrar. Una clase política vendida a los pactos con determinadas
minorías y autonomías, vendida al trabajo fácil, vendida al gasto que
proporcione votos, vendida a los intereses de los bancos, vendida al beneficio
personal de ocupar un cargo y no al bienestar de un país. Una clase política
que decidió cursar la carrera europea para después no asistir a clase y que
ahora nos hace responsables de su amplia cosecha de suspensos.
Europa se nos atraganta cada vez
más y la situación actual me lleva a pensar que sólo nos ha servido a los españoles
para familiarizarnos con la palabra subvención y para viajar allí donde la
peseta no nos dejaba llegar. Confío en que terminemos aprendiendo de las
lecciones que da la vida, la de ahora “El éxito sólo está al alcance de unos
pocos y, con contadas excepciones, para quien lo trabaja”, y que antes de
volver a lanzarnos a la captura de un sueño pensemos seriamente si tenemos la
mentalidad apropiada para acometerlo y aptitudes para conseguirlo.
1 comentario:
A todo eso falta añadir que por fin alguien ha sacado a la luz que todas las auditorias que el Tribunal de Cuentas hace a los partidos políticos son negativas en materia de financiación. Cuando estas pasan como información a la Fiscalia, el Banco de España ordena no hacer nada. Bueno, yo apenas entiendo de eso. Pero imagino que me he explicado.
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