Tengo la sensación de que mi país no es un conjunto de personas unido por una Historia común y unas raíces culturales. Tengo la sensación de que el terreno al que llamamos España se ha convertido en un envase con código de barras. Ahora somos un producto y nos tratan como tal.
Mercado, mercado y más mercado. Los medios nos saturan los oídos con ese concepto y los líderes de las naciones tiemblan ante las noticias que sobre él llegan. ¿Qué somos? ¿Algodón, peras o una batidora? ¿Por qué nos venden como mercancía? ¿Quién fija cuánto valemos el conjunto de españoles de un día para otro y lo llama DEUDA?
Tengo la terrible sensación de vivir en una máquina de hacer dinero y que los países son tratados como meras prostitutas, extorsionados por un chulo invisible que mueve los hilos y cuya única preocupación es llenarse los bolsillos a costa de lo que sea. ¿Cuándo perdimos nuestra independencia económica? ¿Por qué Europa no funciona como un equipo? ¿No era eso lo que se perseguía con el proyecto Europeo?
Sumidos en el capitalismo y con los pobres profetas que alzaron tiempo atrás sus gritos de alerta cruelmente lapidados. ¿Quién tendrá la honradez y valentía necesarias para decirles a las familias, el próximo día 20, que no trabajan para mejorar su calidad de vida sino para satisfacer el hambre de los MERCADOS?
A este ritmo, los actuales anfitriones de la Cumbre Mundial del Microcrédito nos convertiremos en los próximos usuarios bajo los preceptos de Yunus y es que, como ya dijo Quevedo:
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero
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