martes, 15 de enero de 2013

El taxi de Michael O'Leary

No es extraño hojear los titulares de la prensa, en un día cualquiera, y encontrarse con personajes como Michael O’Leary, Consejero Delegado de Ryanair, saliéndose de plano. Lo verdaderamente extraño es sorprenderse de que gente así exista. Ya sea por un comentario salido de tono, un amplio corte de mangas al sistema tributario o el abuso de influencias, por separado o todo a la vez, son muchas las cabezas poderosas que servirían de ejemplo. 

Que el señor O’Leary le apeteciese convertir su Mercedes en un taxi, para beneficiarse de los carriles reservados para los autobuses de Dublín y así ahorrarse los atascos, no debería dejar a nadie con la boca abierta. Ya conocemos de sobra por aquí a unos cuantos que lo hicieron con sus coches oficiales para ahorrarse el autobús escolar o llegar a tiempo a la peluquería. Tampoco que prefiera darle un uso grosero a su lenguaje, con frases como “camas gratis y mamadas” para describir los viajes en primera clase, dejando claro que la buena educación no se consigue con diplomas. En su día, algunos micrófonos abiertos también nos dejaron oír frases como Hemos quitado un puesto en Caja Madrid a un hijoputa”, por cortesía de Esperanza Aguirre, aunque también hubo otras como Andrea Fabra que no lo necesitaron, prefiriendo soltar un “¡Que se jodan!” a voz en grito.
La realidad es que para llegar a lo más alto se necesitan cualidades casi siempre incompatibles con los principios éticos universales. Los honestos y los humildes rara vez encabezan esos puestos, y los que lo consiguen no suelen dar de qué hablar. La soberbia, en cambio, junto con la mentira, el cinismo y la falta de empatía suelen dar mejores resultados cuando uno quiere estar por encima de los demás. ¿De qué nos sorprendemos entonces cuando alguien como O’Leary es portada y sus cualidades como persona salen a la luz?

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Los verduleros de Colón


Hacía tiempo que no escuchaba el discurso de un sindicalista y los de cuatro de hoy me han impresionado. He sido testigo del fin de fiesta en Madrid de la Huelga General en este 14-N, respetando la nomenclatura de moda, escuchando a los que en el escenario de la plaza de Colón decían tener algo que decir. Y mi sensación fue que no dijeron nada.
Hablar, hablaron. De sus bocas salían palabras y de los micros, sonidos, pero en esencia fue como comerse un pastel al que alguien olvidó añadir azúcar. Asistí esperando oír algo motivador, pero no hubo sorpresa, explosión de sabor, deleite para el paladar, regusto a delicatesen,…Tan sólo hubo más de lo mismo y lo trágico de la situación es que, más de lo mismo, hoy ya no sirve. La situación que vivimos es tan extraña e insólita que se echan de menos discursos innovadores, propuestas y métodos que vayan más allá de lo ya conocido en la era sindical. Por contra, tuve la sensación de toparme con un grupo de verduleros de mercadillo que leían mecánicamente discursos fáciles, oxidados y manidos. Discursos que bien podrían ser los de hace cinco, diez o quince años, atemporales, como el sermón del párroco de iglesia o el discurso de Navidad del Rey. Las mismas caras, los mismos gestos. En definitiva, más de lo mismo. Creo que los tiempos que vivimos nos obligan a reinventarnos, a aplicar el I+D+I que tan bien funciona en los procesos industriales para avanzar un poco más, para salirse de esta cultura rancia sindical que nos está tocando padecer. Depurar sus filas y realizar un lavado de cara a esta valiosa herramienta de los no empresarios de España, por el bien de todos. Hace falta renovarse innovando, y pongo un ejemplo: evitar que el vago de turno se convierta en el próximo enlace sindical apostando por figuras rotativas, al estilo presidente de la comunidad de vecinos o delegado de la clase, de tal manera que la representación de los trabajadores fuera una tarea de todos.
Sea la mía válida o no, lo importante es que las ideas innovadoras llevan a quien las esgrime a la cabeza de la evolución y si no se evoluciona, se corre el peligro de quedarse obsoleto como le está ocurriendo al abanico de grupos sindicales que se mueve sin tener en cuenta la dirección en la que hoy, 14-N, sopla el viento.

martes, 23 de octubre de 2012

Cuando no hay consuelo


No es posible consolar cuando no hay consuelo, y sin embargo lo intentamos. Yo lo he intentado a las ocho de esta tarde, sabiendo de antemano cuán inútil resulta y quedándome con el sabor vacío de pronunciar palabras que no ayudan.
Palabras huecas que resuenan en las paredes de cualquier tanatorio. Un lugar, como los hospitales, al que llevo de muy mala manera tener que acudir. La tristeza que ambos transmiten se me mete como el frío de la niebla en en el cuerpo y cuesta hacerla salir, pero lo que peor llevo es la impotencia que me causa estar por estar. Y digo estar por estar porque la presencia de las personas rara vez ayuda en cualquiera de estos dos lugares, no resuelve el problema. Acudimos, permanecemos, nos despedimos, pero la enfermedad y el dolor se quedan.
Mis compañeras de trabajo han perdido a una madre, todavía joven, tras duros meses de luchar contra la leucemia. De mi boca no ha salido un “te acompaño en sentimiento”, os lo garantizo, sino “Menuda gran putada. Que no nos toque a nadie lo que estáis pasando vosotras”. Y es que, humano como es, no dejaba de pensar en que todos los allí presentes suspirábamos en realidad con cierto alivio porque en el sorteo de la muerte nuestros números y los de aquellos a quienes más queremos seguían sin salir. La vida continuaba ahorrándonos ese duro trago, esa gran putada para la que no hay consuelo posible y que lo único que quizá alivie a quien la  padece sea reconocer humanamente lo que es.
Ya de camino al coche, sacando conclusiones como de costumbre, volví a reafirmarme en mis principios, macerados tras varias experiencias similares. Que la vida es para exprimirla cada día, desde el instante en el que nuestros ojos despiertan, ya es vida. Que hay que disfrutar el instante, porque del presente somos dueños y el futuro no nos lo garantiza nadie. Y que las cosas importantes no se deben hacer esperar si es posible hacerlas en el momento que vivimos. Lo siguiente que hice fue conectar el manos-libres y llamar a mi madre.

domingo, 7 de octubre de 2012

A Chávez le faltan cajas

Hugo Chávez no quiere irse, está nervioso e indignado. Hugo ha hecho de Miraflores su hogar y habría que ser de piedra para no entender el dolor que le produce pensar en una posible mudanza, con lo tediosas que resultan. Yo, que sufrido cuatro, no se las deseo ni al peor de mis enemigos.
 
Las mudanzas son un trastorno, un ir y venir de objetos tanto útiles como inútiles que hay que trasladar de manera organizada de un punto de origen a un punto de destino, y para los cuales nunca hay suficientes cajas. Es un momento muy incómodo en el que todo lo que se utiliza cotidianamente debe ser embalado y por un periodo de tiempo, más o menos largo, se nos restringe su uso. Pero aunque se deja para el último momento lo más necesario y fundamental, siempre te enfrentas a la frustración de haber empaquetado erróneamente el cepillo de dientes, las gafas de cerca o el secador de pelo. Y cuando por fin todo llega a su destino, pese a todos tus esfuerzos por mimar los bultos, siempre se rompe algo de gran valor sentimental o te vacías de sentimientos cuando descubres que eres incapaz de identificar en cuál de las trescientas cajas guardaste la copia de la llave del coche. Ya aparecerá con el tiempo…
Compadezco a Hugo por la situación a la que se enfrenta. Debe estar realmente angustiado con esto de organizar una mudanza para haber amenazado con provocar una guerra civil con tal de evitarla. Quizá a Henrique Capriles no le importe que Hugo conserve allí su domicilio y prefiera trasladarse a una residencia más moderna, acorde a su generación, donde despachar los asuntos del Estado. Que se apiade del pobre Hugo al que no le va a dar tiempo a recolectar por los contenedores de papel cajas de cartón suficientes para guardar doce años de estancia, se lo digo por experiencia.

http://noticias.univision.com/america-latina/venezuela/elecciones-venezuela/ultimas-noticias/article/2012-09-11/hugo-chavez-guerra-civil-elecciones-presidenciales-venezuela#axzz28cnPTbuJ

lunes, 24 de septiembre de 2012

Energúmenos

Interiormente agitado es la diplomática manera que tenían los griegos de llamar a aquellas personas idas, locas de atar, perturbadas, arrebatadas o furiosas a las que yo prefiero llamar energúmenos, por no decir poseídos del demonio, que serviría correctamente como acepción pero que su uso en el desarrollo de este post se me antoja más largo de escribir.
 
De estos seres encontramos muchos a diario. Tenemos energúmenos que deciden pasearse por la autovía en sentido contrario, energúmenos que destrozan mobiliario urbano a la salida de un partido, los hay que apuñalan a sus parejas y también hay energúmenos que queman a sus hijos en la finca familiar. Reconozco que definir a estos seres como personas interiormente agitadas se me antoja tan ridículo como lo sería calificar a un terrorista de persona políticamente agitada. Los griegos se quedaron cortos y por eso me quedo del lado de Santo Tomás de Aquino que los diagnosticaba como endemoniados o poseídos del demonio y les recetaba convenientes exorcismos.
 
Energúmenos como éstos ya sabemos que abundan, pero el que me preocupa especialmente es el que le ha roto cinco de sus dientes y una muñeca, con la hebilla de un cinturón, la pasada madrugada a un joven miembro de mi familia cuando regresaba a su casa, y que de no ser por la pareja de municipales que consiguió quitárselo de encima, quizá el post no hubiera hablado de perturbados sino de asesinos. Sólo deseo que los exorcismos contemporáneos que nuestra Justicia practica para este tipo de seres sean más eficaces a la hora de barrer demonios de nuestras calles.